1.7.13

El día que me casé

El día que me casé fue hace poco más de dos semanas, un día cálido y agradable de mediados de junio. Un día para el que tenía una entrada preparada para ser publicada antes de irme a dar el sí quiero pero que al final no pudo ser. Parece mentira que una breve revisión y un par de clics no tuvieran cabida en un día entero y es que aunque afortunadamente llegamos a tiempo con todo hubo que aprovechar cada minuto disponible. Y corrimos, vaya si corrimos. 
De todos modos es lo que se puede esperar en una boda handmade.

En los días previos me preguntaban si estaba nerviosa y claro que lo estaba.
A mí los nervios, de toda la vida, me entran antes. Ya me pasaba en los exámenes. El pico de ansiedad siempre aparecía el día anterior y sin embargo cuando llegaba el momento del examen allí estaba yo, tan pichi, casi relajada en comparación a todos los compañeros que repasaban como locos a última hora o se preguntaban si caería esto o aquello, o se daban cuenta de que precisamente se habían olvidado de ese tema que hojeando los apuntes, aparecía ahora al azar entre sus manos. La idea de que yo ya no podía hacer nada por cambiar lo que hubiera hecho o no antes a mi me servía para concentrarme.
Y algo parecido me pasó el día que me casé. Aunque esta vez la necesidad de quemar energías me duró hasta la misma mañana. Que poco me faltó para levantarme de un salto. Pero una vez en la peluquería todo cambió. La verdad es que me lo pasé muy bien con los dos peluqueros que me peinaron. Uno, tranquilo y el otro un torbellino. No me dejaba casi ni leer los mensajes de whatsapp: "Que te vas a casar, deja eso ahora" y todo el tiempo bromeando e "incordiando"; me vino genial porque me relajé del todo. 

El día que nos casamos fue un día que recuerdo con mucho cariño. No pudimos estar mejor acompañados ya que allí estaban las personas a las que realmente queremos. Nos faltaron algunas más pero también estaban con nosotros, a nuestra manera; las tuvimos muy presentes. 

Y como yo soy mucho de reflexiones una que extraje de ese día es que en la medida de lo posible el día de tu boda tienes que intentar rodearte de las personas que de corazón quieras tener contigo. Que no hay color. Que es cierto que a veces no queda más remedio que cumplir con determinados compromisos pero que no está demás plantearse una boda en la que solo invites a las personas que realmente van a tener la misma ilusión que tú en celebrarlo y compartirlo. Y si no puede ser así que se aproxime lo más posible a esa idea. (Cierro reflexión)

El día que me casé descubrí que si era necesario era capaz de hacer dos o tres cosas a la vez mientras mi mente estaba ocupada revisando la lista de lo que me quedaba por terminar. Descubrí por ejemplo, que podía pintarme las uñas y comer a la vez, sin estropear aquellas, habilidad muy útil para el futuro que una no sabe cuándo se verá en una tesitura parecida :)
Aunque la verdad es que ese día podía haber vivido del aire que no me hacía falta ni comer; no tenía hambre, no tenía sueño, no tenía sed, creo que hubo momentos en que tuve que respirar conscientemente porque también podría haber pasado el día sin respirar.
Y en realidad no cambiaba nada en especial, la convivencia con mi novio ahora consorte no era nueva, afortunadamente. Creo que el mayor cambio y al que me va costar adaptarme es referirme a él como mi marido. :D

El título de la sección me costó un poco encontrarlo. Tampoco es muy exacto porque en realidad todo el meollo sucedió fundamentalmente en los dos meses previos y anteriores pero como desembocaban y estaban justificados por el día B finalmente fue el que escogí. 

Fueron unos meses intensos, de acabar a las tantas, de "solo estoy un poquito más" para rematar algo y así intentar terminarlo del todo. Trabajando en una cosa pero a la vez dándole vueltas a la siguiente porque el tiempo siempre era escaso. Fue apasionante. Agotador. Siempre emocionante. Unas veces de subidón. Otros días yéndote a la cama lamentando que el día no tuviera cinco horas más para seguir "un poquito más"...Workaholic total.

El principal desafío fue darle cohesión a todo. Que hubiera coherencia entre todos los elementos porque claro, ves cosas tan bonitas pero también tan distintas que en realidad tendrías que casarte muchas veces para llevar a cabo todas las ideas que te gustan. Por eso lo que más me costó fue arrancar, definir el estilo general que tendría la boda y marcar los elementos conductores. Analizarte a ti y a tu pareja desde fuera es complicado y necesitaba sacar algunos rasgos característicos por los que se pudiera ver que era nuestra boda, acorde con nuestro estilo e ideas.

Y esto me lleva a la segunda reflexión. Wedding planners del mundo: un aplauso por el trabajo concienzudo que hacéis, la empatía que tenéis que desplegar, las acrobacias de coordinación y la reserva de paciencia que tendréis siempre a mano frente a los nervios de los novios, incertidumbres y cambios de opinión. Y otro por el ojo clínico para percibir aquellas cosas que hacen de una boda un acontecimiento personal y acorde con las personalidades de la pareja. 

En mi odisea particular de encontrarle un sentido finalmente fueron dos los elementos que me sirvieron de hilo del que tirar para armar el tono y cuerpo de la boda. Pero no es hoy cuando voy a entrar en los detalles. Mejor lo iré contando poco a poco, que no quiero que nadie sufra de empacho, incluida yo misma. 

Solo adelantaré que partíamos de dos premisas:
- una boda con pocos invitados, no llegábamos a quince, y por lo tanto muy íntima
- por encima de todo el deseo de hacer una boda muy personal.
Nada de salones de boda, nada de pasos establecidos, nada de ideas preconcebidas, nada de "en una boda se debe hacer...", no de forma literal.

Cogeríamos aquellos momentos que hacen que una boda sea una boda y los adaptaríamos a la forma en que nos gustaría que fuese, con la idea de convertir una boda íntima en una especie de cita especial entre nosotros dos amplificada, siempre intentando que el resultado fuera sencillo, natural. Que pudiéramos vivir con la importancia que se merece comenzar una nueva etapa en nuestra vida juntos arropados por nuestros seres queridos más directos.

Y de momento lo dejo aquí. Compartir aquí los preparativos, los cuales yo ya he disfrutado mucho en su momento, para mí es una satisfacción pero si encima sirve para que alguien encuentre alternativas o ideas para la organización de su propia boda me consideraré doblemente satisfecha. Así que si alguien tiene alguna duda o quiere algo más de información sobre los contenidos que iré publicando puede escribirme al correo electrónico y estaré encantada de responder aquello que esté en mi mano.

Ramillete del padrino. Foto: Florecilla.

4 comentarios:

  1. Estoy ansiosa por ver cómo transcurre la narración de ese día tan especial...aunque algo intuyo, pues sabéis que aunque no estuviésemos ese día en Madrid os acompañé durante todo el trayecto, que para mi fue todo un honor ♥

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estuvistéis todo el tiempo con nosotros...aunque hubiera kilómetros de distancia ;) ♥

      Eliminar
  2. Sandra!!! Y yo sin ver estos posts!! Acabo de ver la foto del vestido y ahora me pongo con el resto!
    Ya os felicité desde Instagram y os vuelvo a felicitar, cuando has dicho lo de casarte y tener a tu alrededor a la gente que disfrutará he pensado en cuando yo di el "Sí, quiero", pero he visto que lo mío fue multitud,;-)! Pero sí que es una cosa para reflexionar.
    La imagen que yo guardo en mi retina de ese día es la de "mi gente" disfrutando, y apa!! ahora ya tienes "Señor marido" ja ja ja!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué alegría verte por aquí!! Jajaja, ya no puedo mirar para otro lado cuando en la cola del supermercado me digan "señora" :D

      Eliminar

Deja tu impronta en el Libro de Comentarios de Bohême Atelier

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.