Un ordenador resucitado por el buen hacer intensivo del SuperInformático, un perro encantador que todavía es muy pequeño (de edad) para diferenciar lo que es estar despierto de estar hiperactivo, reuniones familiares bien disfrutadas, comidas y cenas navideñas pantagruélicas (y sus correspondientes elaboraciones), toneladas de sueño antes de las navidades y después (pero muchas muchas toneladas de sueño), un lavavajillas que optó por funcionar correctamente (hasta próxima avería), una rebelión de las máquinas que finalmente parece sofocada podrían ser el resumen del tiempo que llevo sin escribir en el blog. Y esto es como el comer pero al revés, que cuando paras ya no sabes casi cómo retomarlo. Sobre todo la falta de tiempo, y las toneladas de sueño que pesan lo suyo, que anestesian las ideas.
Este parón no me ha venido mal tampoco. En este mundo de sobreinformación y superinmediatez es fácil verte arrastrada por todo lo que empezó siendo inspiración y acaba convirtiéndose en sobresaturación. Parece una tontería pero para alguien como yo que le gusta hacer de todo y por lo tanto tiende a la dispersión puede ser un caos que termina en quedarse con los ojos como platos y los brazos caídos sin hacer nada.
Desde antes de finalizar el año (incluso mucho antes pero vamos a simplificar) necesito un cambio. Me vale uno grande o varios pequeños.
Como mi vida no es tampoco a lo grande y no tengo que decidir si vender el yate o comprarme una cabaña noruega en las montañas de Gudbrandsjuvet para tener una segunda residencia veraniega fresquita opto por los pequeños cambios.
Algunos van viniendo casi por casualidad.
Cabaña en las montañas de Gudbrandsjuvet. Foto: Petter Steen Angell. Vía: www.nasjonaleturistveger.no |
Hace poco he estado metiendo la nariz un poco más en el tema de la composición química de los cosméticos y productos de higiene en general. Es un tema que más bien había evitado por la pereza y el desconcierto que produce ser una ignorante en química a ese nivel y lo farragoso que es el mundo del etiquetado entre tanta variedad de productos. Doy fe de que lo sigue siendo.
Desde hace años me niego a comprar productos cosméticos que hayan sido testados en animales o tengan origen animal. Por eso hace años que no uso marcas con una excelente estrategia comercial y visual porque viven del dolor ajeno.
Añado ahora la tarea de mirar las etiquetas con cara de mala leche. La cara que se me pone cuando con mis poquitos conocimientos descubro (llamadme ingenua) que hay mucho dinero de beneficio a costa de la salud de muchas muchas personas, disfrazado de neuróticos estándares de edad y belleza y una negación constante al hecho impepinable de envejecer y hacerlo con dignidad. Es como si eternamente tuvieras que aparentar que acabas de salir del instituto. Parece que todavía está latente el "deja un cadáver bonito" a lo que habría que añadir "y artificial". En el caos de la oferta está la confusión y más aún detrás del críptico mundo del etiquetado.
Sí he encontrado alguna etiqueta que aclara por ejemplo que la parafina líquida que contiene el producto es de origen mineral (derivada del petróleo o del carbón) lo que no resulta muy sano ni necesario desde el punto de vista cosmético. Alguien experto que me corrija.
Pero lo de la parafina es lo de menos, hay una cantidad ingente de agentes (permitidme el juego de palabras) realmente nocivos para la salud a largo plazo incluso en productos carísimos y ahí están tan campantes y la gente confiada usándolos como loca sin saber lo que se está echando. Entre ellas yo, hasta ahora.
Gracias a esta toma de conciencia espero que mi colección de productos para el arreglo personal se reduzca. De hecho estoy dispuesta a tirar unos cuantos incluso sin haberlos terminado. Simplificar me pone.
Otro pequeño cambio que quiero introducir es el de darle a la fotografía el papel que se merece en mi vida. Suena solemne pero es todo lo contrario, se trata precisamente de divertirse.
No será fácil porque todo requiere tiempo de dedicación pero para seguir con la simplificación quiero empezar por darle vida a unas cuantas ideas que se quedaron en el cajón de los proyectos pendientes un par de años atrás, como siempre por falta de tiempo. A partir de ahí iré viendo por dónde sigo.
Un pequeño proyecto que no tiene que ver con la fotografía, al menos no directamente, espero que vea la luz a partir de febrero o marzo. No sé qué pasará al final ya que en realidad debería de haberla visto en noviembre o diciembre del año pasado. Hay cosas que escapan al control y lo único que se puede hacer es estar preparada cuando sea el momento de retomarlo.
En la faceta más interior los cambios continuan y ahora estoy en el de encajar con neutralidad las limitaciones de los demás, esas que se traducen en comportamientos y actitudes poco empáticas (eufemismo) con los seres de alrededor y que al final del día te hacen mella (tú eres ese ser de alrededor).
No es fácil cuando tienes que pasar una gran parte de tu tiempo expuesta a tanto "buen rollo" pero para alegría de mi salud mental es algo que estoy consiguiendo sin perder la capacidad de observación crítica.
También estoy intentando dejar atrás el sentimiento de que si no estás en todas partes, a todas horas, no estás en ningún sitio. ¡Adiós a la superinmediatez de una vez por todas!
Realmente la práctica para mi ya era así pero siempre parece que te queda ese pepito grillo interior que te dice que quizás deberías participar más. El tiempo no lo puedo estirar y afortunadamente nada es inamovible para siempre. Fusilemos al mal pepito grillo. Al bueno le queremos para que nos aconseje bien.
Para el final me quedo con que el cambio más importante es desear los cambios, y aceptarlos cuando lleguen, que no siempre es lo mismo. Por supuesto hay que trabajarlos primero pero a veces incluso así no se producen.
Si va a ser que la madurez llega y todo...
Me siento tan identificada contigo en tantas cosas.... lo de los químicos y las etiquetas es una lucha que compartimos, de hecho creo que en estos días se acaba de prohibir por normativa europea testar en animales, creo que ya era hora.. por Dios!!!
ResponderEliminarA mí me ha dado bastante fuerte con el bisphenol A y los alimentos, pero eso da para mucho, así que bueno ahí estoy en mi particular batalla, un poco o un mucho, no sabría decirte, inducida por un problema de salud.
Me ha encantado lo de fusilemos al maldito pepito grillo jajaja.
Mil besos guapa!!
Me alegra saber que estamos "juntas" en esta cruzada. Eso sí, voy a tener que pedirte un par de lecciones que ando más perdida que una gallina en una exposición de coches.
EliminarLo que no me alegra es que te haya tocado la salud...Quién sabe, quizás mis males alérgicos son una acumulación de muchos pequeños venenos durante el tiempo suficiente y mi cuerpo protesta a gritos. En fin, poco a poco iremos simplificando y mejorando! ;)
Muchos besotes!
Hasta hace unos meses no tenía ni idea de nada de los parabenes (o cómo se llamen) y reconozco que sigo sin tener mucha idea de lo que son, solo que es mejor no utilizarlos. Lo malo es que creo que tienen mil nombres y solo queda claro cuando NO están.
ResponderEliminarSí, es un lío, y sí, hay que pasarse demasiado tiempo leyendo etiquetas.
Estoy de acuerdo con lo del pepito grillo que te dice tantas cosas... qué pesado el muchacho, oiga!
Yo es que me veo yendo con una libretita a todas partes con todos los nombres, pseudónimos y camuflajes varios de tanto ingrediente indecente. Eso sí, cuatro horas para hacer la compra.
EliminarA mi parabenes me suena a parabienes, ironías del lenguaje... Al pepito grillo estoy por ponerle a cantar, a ver si así hace algo productivo. ;)