Probablemente después de hablar del pintor de la juerga nocturna parisina y al hacerlo ahora del "local de la juerga nocturna parisina" yo misma me esté creando una fama de mochuelo nocturno impresionante. Y ya me gustaría a mí, ya. La razón tiene más que ver con la continuidad y es que si el Moulin Rouge fue tan importante en la obra de Toulouse Lautrec la siguiente entrada sobre la vida bohemia lo pedía a gritos.
Pienso en el Moulin Rouge de finales del s.XIX y me imagino un local atestado de gente de lo más variopinta, desde lo más fino y estirado de la alta sociedad, pasando por la burguesía, el repartidor de periódicos, hasta las prostitutas, los estibadores, los artistas,...
El ambiente está cargado, hay humo, calor, algún olor demasiado humano. Los rostros aparecen algo desfigurados, alterados por el frenesí, el regocijo de saberse en un lugar "secretamente prohibido" (a voces) donde las promesas de desenfreno y liberación hacen brillar la mirada y por supuesto, el alcohol y la absenta. No concibo una noche en el Moulin Rouge sin absenta.
En mi imaginación me paseo por las mesas y observo las conversaciones, los gestos, las carcajadas sonoras, plenas de satisfacción; me detengo un momento a admirar los trazos rápidos que ejecuta Toulouse Lautrec mientras dibuja a aquella bailarina... Me imagino un local brillante pero misterioso, seductor, grandioso, con su propia personalidad cada noche, cada vez que abre sus puertas.
Me imagino el Moulin Rouge como un lugar polivalente donde algunos artistas encuentran inspiración, a otros les sirve para abandonarse a los sentidos y traspasar sus barreras interiores más ocultas; esas dejarán espacio para la creación después de la resaca. A otros imagino que les supone un refugio donde dar rienda suelta a placeres nunca antes imaginados, sin ser juzgados ni censurados.
Aunque no todo es diversión en este momento de la Historia. Es un momento de crecimiento y donde se siente que algo está en ebullición.
Prueba de ello es que los artistas, los ilustradores sobre todo, están en auge, el japonismo trae las influencias orientales que tanta huella dejarán en el arte, la Torre Eiffel se alza impresionante en la Exposición Universal de París de 1889, se realiza la primera proyección cinematográfica de la mano de los hermanos Lumiére, de la cual, Georges Méliès, famoso por sus posteriores innovaciones como cineasta, dirá: "Al ver esto nos quedamos con la boca abierta, completamente intimidados".
Vía: Web de Moulin Rouge |
Vía: Web de Moulin Rouge |
La basílica del Sacre Coeur se termina en 1891 y pocos años después aparecerá el Art Noveau, de la mano de Hector Grimad, vistiendo la Estación Blanche de arabescos y curvas a modo de hojas.
Parece que todo está cambiando o a punto de hacerlo, que en cualquier momento surgirá algo nuevo y sorprendente.
También hay heridas del pasado que fraguarán los conflictos del futuro. La guerra Franco-Prusiana dejó a Francia con la rabia metida en el cuerpo debido a su derrota y se convirtió en la antesala de otra gran guerra: la Primera Guerra Mundial.
La Revolución Industrial hizo pensar que el mundo ofrecía infinitas posibilidades para hacer más felices a las personas y quizás fue uno de los acicates de la actitud lúdica y ociosa de la sociedad del momento. Es una época llena de contrastes y tensiones internas.
Entre todo este vaivén de acontecimientos se inaugura en 1889, a los pies de la cumbre de Montmartre, uno de los cabarets más famosos: el Moulin Rouge.
Vía: Web de Moulin Rouge |
Concebido para acoger a todas las clases sociales y diseñado por sus propietarios para lograr el mayor impacto, fue diseñado como un local lujoso, con una gran pista de baile con suelo de parquet, iluminado por lámparas de gas con forma de globos que más tarde serían iluminados con electricidad haciendo el local aún más atractivo; las paredes eran rojas y estaban llenas de espejos. Había una galería superior con reservados y en la parte posterior, en la fachada del edificio, se encontraba un amplio jardín con un escenario para los días de buen tiempo.
Como colofón, un impresionante elefante de escayola -"el elefante de la Bastilla"-, que había estado en uno de los pabellones de la Expo Universal. Se podía acceder a la cabina de la parte superior del falso paquidermo por una de las patas, para contemplar la noche iluminada de París, pero solo podían subir los caballeros. ¡Qué envidia de vistas! Y por supuesto el molino rojo gigante, que daba nombre al local.
Lo extraordinario del Moulin Rouge no solo era la decoración. También y sobre todo lo que ocurría allí. Se organizaban paseos en burros con las chicas del Moulin subidas encima y sin medias. Ahora parece pueril pero aquello era el no-va-más del descaro y del erotismo en público. Había monitos adiestrados campando a sus anchas, haciendo números graciosos. Allí dentro se acogían espectáculos de todo tipo: actuaciones de circo, cantantes, chicas...Círculos literarios tenían en el Moulin un lugar de reunión y exhibición...
Es casi imposible pensar en Moulin Rouge y no hacerlo inmediatamente en el can can. Aunque era un baile que ya se dominaba en otros muchos locales, practicarlo en el Moulin era la confirmación de un trabajo reconocido.
El baile era un revuelo asegurado de volantes, medias negras y ligas sujetas a muslos femeninos que se atisbaban levemente en medio de los frenéticos y vertiginosos movimientos.
Muchas bailarinas tuvieron su momento de esplendor allí. Los nombres artísticos eran grotescos y descarados: Grille d'Egout (Reja de alcantarilla), Trompe-la Morte (Engaño a la muerte), la Glu (la Lapa), Cri-Cri (Grillo), Vol-au-Vent (Volován), Lili-Jambes-en-l'air (Lili-Piernas en el aire), la Môme Fromage (La Cría Queso), Jane Avril (inmortalizada por Lautrec), la Goulue (la Tragona, también retratada por el pintor), Valentin "le désossé" (Valentin "el sin huesos") y muchos más.
Vía: Web de Moulin Rouge |
Vía: Web de Moulin Rouge |
Debido a la competencia con otro local, el Èlysée-Montmartre, el Moulin Rouge encargó una campaña publicitaria con folletos, anuncios en prensa, invitaciones a importantes personalidades y un cartel del primer cartelista de París, Jules Chéret. Pero no sería hasta que Toulouse Lautrec hizo el cartel publicitario de 1891 cuando el Moulin alcanzó su máximo esplendor. Los protagonistas de su cartel fueron la Goulue y Valentin "le désossé"
Vía: Monográfico Toulouse Lautrec |
El cartel de Toulouse en la puerta del Moulin. Vía: Monográficos de Lautrec |
Finalmente una década es lo que duraría el éxito y el oropel del Moulin Rouge. Después su público se trasladaría a otros locales como el Ambassadeurs para disfrutar de los últimos tiempos que le quedaban al can can y a sus cuadrillas.
Como consecuencia de su decadencia, el Moulin se cerró, retirándose el elefante que tantas vistas parisinas permitió disfrutar a sus visitantes.
Sufrió un incendio, se volvió a abrir, reinventado en sala de cine y de espectáculos. En 1922 fue music hall y posteriormente se transformó de nuevo en cine y cabaret, sobreviviendo hasta hoy, alimentado por los ecos de los enérgicos pasos de baile de las bailarinas de can can y el bullicio de una sociedad entregada a divertirse en cuerpo y alma, como si no hubiera un mañana.
No puedo irme sin nombrar la película de Baz Luhrmann, Mouling Rouge.
O la odias o la amas. Plasma muy bien el espíritu de aquellos años, al menos como yo me lo imagino, a la vez que lo hace actual adaptándolo a los tópicos de nuestro tiempo. A destacar el "pegamento" que hace la banda sonora en este sentido.
Vía: Filmaffinity |
Es un drama así que si os animáis a imbuiros del espíritu festivo y de la joie de vivre de la época preparaos también para acompañar la absenta metafórica con una caja de pañuelos a estrenar, que os hará falta.
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