Otro de los elementos que sirvieron de arranque para definir el tono de la boda fue el vestido y con él los colores.
He de decir que me hubiera encantado que un ser querido hubiera podido confeccionar uno para mí (pagando el trabajo, evidentemente, no se me malinterprete). Haber pensado en cómo sería, discutir los detalles, comentar los cambios... Disfrutar de esos pasos con alguien allegado. Pero esto no podía ser.
También me habría gustado, como alternativa, "heredar" un vestido familiar y adaptarlo a los tiempos de ahora y sentirlo en mi piel en un día así. Pero esto tampoco pudo ser.
Hay vestidos de novia a la venta preciosos, fantásticos, que no me hubiera importado nada ponerme y que podrían ser adecuados para el tipo de boda que queríamos pero también era cuestión de sentido común y de la proporción.
Así que nos fuimos de tiendas en septiembre y encontré dos que no eran específicos de novia. Ya decidiría con cuál de ellos me casaría. Tenían un toque informal porque eran cortos y lo mejor es que con algún tuneo podrían parecer del tipo de novia que tenía en mente. Para alguien a quien le gustan los retos esto es importante para darle emoción. [Inserto sonrisa llena de dientes]
Lo siguiente mejor es que podría ponérmelos sin problemas después de la boda, en modo no-novia, y lucirlos. Me dan mucha pena esos vestidos que se usan un solo día y ya nunca más vieron la luz. Aún si pueden ser legados a alguna descendiente sentimental (como yo, por ejemplo, aunque me quedé en candidata) todavía tiene sentido esa reclusión en el armario por años y años pero si no, es una pena.
Así que con la idea de no llevar un vestido típico de novia mi primer reto era conseguir parecer una novia pero transmitiendo naturalidad, espontaneidad y romanticismo; con un toque elegante, pero sin sentirme disfrazada.
Uno de los vestidos que encontré era en crepe vainilla, con los hombros y la espalda de encaje. Abierto por detrás casi hasta la cintura.
Recordaba que tenía una tela en crepe rosa empolvado que le podría ir estupendo al vestido y con la que me podría hacer el cinturón.
Uno de los vestidos que encontré era en crepe vainilla, con los hombros y la espalda de encaje. Abierto por detrás casi hasta la cintura.
El vestido elegido aún sin el cinturón |
El otro vestido era corto también, con una capa de tul bordado, en color rosa pálido, de corte años 20, con unos volantes discretos en la falda, que me encantó por sí solo.
Estuve dándole vueltas y al final con el temor de que el resultado fuera muy pastelón opté por el primero. Me quedaba por delante confeccionar el cinturón, el tocado y encontrar los complementos.
Y de ese modo ya tenía los colores principales de la boda: vainilla-crudo, rosa empolvado y tonalidades de gris a plata vieja, como tercer color.
¡Te has casado! Enhorabuena!!!
ResponderEliminarCreo que has hecho bien en no gastarte un pastizal en el vestido, en los programas estos americanos de vestidos de bodas todos cuestan de 1.000 dólares en adelante, y lo de mil es como de pobretón!!
Lo de heredar un vestido y adaptarlo suena muy bonito en teoría, pero en la vida real tienes que tener una talla más o menos similar y que a la primera dueña no le importe que lo cambies mucho-muchísimo, o puedes acabar casada de lagarterana porque a tu suegra le hace mucha ilusión, o sea que casi mejor partir de cero.
Jajajaja! Siempre me sacas una sonrisa...o una carcajada :D
EliminarLa verdad es que cuando hablaba de "heredar" me refería a heredar con todas las consecuencias, puestos a desear. Eso sí antes lo quemo que ir de lagarterana!! Gracias, Loque!
Aiisss, qué recuerdos con los preparativos a cuestas...
ResponderEliminarYo diría más bien "entre manos"...que dieron trabajo pero no fueron pesados ;PPP
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